por qué

Amo mi profesión por encima de casi todo pero dejaría de ser así si no entrara en el aula cada mañana con los ojos y la mente recién estrenados: ¡A ver qué pasa hoy!
Cada uno y cada una venimos con nuestras vidas en los zapatos, sobre el lomo en algún caso; con los ojos de mirar bien abiertos y la boca y las manos libres. Somos muy afortunados, nos tenemos los unos a los otros y nos necesitamos. ¿Cómo si no tendríamos una percepción ajustada de nosotros mismos, de nuestras posibilidades y nuestros límites? ¿Cómo nos construiríamos como personas demócratas, flexibles y dialogantes? ¿Cómo conoceríamos nuestra capacidad de dar y recibir?

Y es importante cómo lo hacemos. No vale todo. No vale no ser uno mismo. No vale tener miedo. No vale acatar sin rechistar. No vale no saber lo que pasa y no poder contar lo que nos pasa. No vale no soñar, no inventar, no descubrir. No vale no aprender algo cada día. No vale no pasarlo bien, no hablar, no movernos, no reírnos, no querernos.

Si vale ser felices; que entre la vida, cada día, la de todos, ni uno menos.