domingo, 1 de febrero de 2015

QUIERO PINTARME LAS UÑAS DE COLOR ROSA

Llegó el curso pasado y se juntó con los chicos más activos de la clase, esos que salen corriendo al jardín para pillar la pista de futbol antes que nadie. No le costó casi nada. Tiene buenas habilidades sociales y conectó rápido con los nuevos compañeros. CompañerOs, sí, los chicos. Un poco por juego y otro poco por nosequé tenían esa tontería de que las chicas son bobas y, si hay que sentarse a su lado, dejan un sitio libre en medio.
Eso, este curso, ha desaparecido.

Conmemorando el día de los derechos de la infancia, tuvimos una tertulia al respecto, estuvimos hablando acerca de la diferencia de oportunidades de un@s niñ@s y otr@s en el mundo, de su libertad para ser quien son, de la necesidad de afecto… (Ya lo he contado en una entrada anterior).

El lunes, su mamá me contó que, el sábado por la tarde le habló de esto y le contó lo que habíamos hecho en clase. “Sara, le dijo, dice que tenemos derecho a ser como somos y que no nos tiene que preocupar lo que digan los demás” (como si fuera fácil). “Mamá, quiero pintarme las uñas de rosa”

Su mamá sacó un esmalte de uñas rosa y se pusieron a pintarse las uñas. En eso estaban cuando él dijo: “Quiero ponerme una falda”

Al llegar a casa recopilé todos los pintauñas que tengo por los cajones y los llevé a clase al día siguiente. ¡Qué locura! Yo no imaginaba la revolución que se organizó; una fiesta.
A él le costó atreverse, miraba cómo otros y otras se pintaban las uñas entre sí, divertido pero distante. Hasta que ella le dijo ¿te pinto las uñas? Y él dijo “sí”.

Esa misma tarde me fui a un chino y cargué con cosas para disfrazarnos: gorros, gafas, faldas, pelucas, boas de plumas… Otro festival de buena mañana.
A partir de este día son ellos y ellas los que traen pintauñas, maquillajes, disfraces… se los colocan de buena mañana y, a veces, se los llevan a casa y los traen al día siguiente.

Quizá él sea hoy un poquito más libre.


Estoy contenta.